LA DESCONEXIÓN CON DIOS ALIMENTA LA ADICCIÓN

Las personas se vuelven adictas a ciertas cosas por diversas razones. La razón principal es que somos humanos “ separados de Dios y de su vida ” y, como resultado, nos encontramos fuera de control en muchos sentidos. Sin embargo, primero resumamos algunas de las fuerzas específicas que impulsan una adicción.

Algunas personas parecen tener una composición genética particular que las hace propensas a la adicción a una determinada sustancia, como la comida o el alcohol.

Es posible que intervengan fuerzas ambientales. Las personas que sufren lesiones a causa de relaciones importantes o que crecen en familias en las que se “ atraparon ” y modelaron determinados patrones de vida y de relación, pueden no desarrollar las habilidades de afrontamiento necesarias para lidiar con heridas y lesiones. Algunas recurren a una adicción para aliviar su dolor.

La constitución y dinámica emocional de algunas personas puede predisponerlas a una adicción. Estas dinámicas incluyen:

• Una sensación interna de aislamiento y alienación relacional, que resulta en soledad y hambre de amor.
• Una sensación de impotencia en la vida y de estar controlado por otros, circunstancias y fuerzas más grandes que ellos mismos.
• Incapacidad para adquirir dominio y una capacidad para afrontar y, por lo tanto, desarrollar un sentido de poder personal que sea adecuado para tratar con otras personas y con la vida.
• Sentimientos de vergüenza, culpa, “ maldad ” o fracaso, u otras formas de sentirse mal consigo mismos.
• Pérdidas y fracasos no resueltos y la incapacidad de afrontarlos
• Trauma no resuelto, dolor, abuso y sufrimiento de todo tipo.
• Sentimientos de inferioridad e incapacidad para desarrollar competencias en la vida.
• Sentimientos de estar dominado por otros y de no estar a la altura de sus estándares.
• Los momentos difíciles de la vida, junto con la ineficacia de los mecanismos y habilidades de afrontamiento.

Si bien todos estos factores pueden ser la causa de la adicción, todos son síntomas de otra condición más profunda: la condición espiritual de estar “ alejados ” de Dios y de su vida tal como Él nos creó para vivirla. Cuando nos separamos de Él y de su vida, la Biblia dice que nos volvemos sujetos a la adicción.

Pablo dice en Efesios 4:17-19:

Así que os digo esto y os insisto en el Señor: que ya no andéis como los gentiles, que andan en la vanidad de su razonamiento, que tienen el entendimiento entenebrecido y están apartados de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos a causa de la dureza de su corazón. Habiendo perdido toda sensibilidad, se han entregado a la sensualidad para entregarse a toda clase de impurezas, con un continuo deseo de tener más.

Cuando nos “ oscurece el entendimiento ” y nos “ separamos de la vida de Dios ”, nos encontramos en un estado perdido, anhelando cosas que nunca nos saciarán. Experimentamos un “ deseo continuo de tener más ”. Este anhelo nos lleva a querer solo una bebida más, una experiencia más, un encuentro sexual más, una pizza más, una compra más. El deseo es “ continuo ”, lo que significa que no desaparece con la experiencia de la conducta.

Este es un ciclo descendente, inútil y destructivo porque nos hace separarnos de Dios y de su vida, incluso entre personas que son “ espirituales ”. Una parte del alma se desconecta de Dios y de su vida, o de los recursos y experiencias sanadoras que satisfarán la necesidad de maneras que sean verdaderamente satisfactorias, las cosas que realmente pueden “ abrir un camino ”.

Si la causa es la separación de Dios y de Su vida, entonces la reconciliación con Dios y Su vida es la respuesta. Así es como Dios abre un camino para cualquier persona con una adicción. Él verdaderamente puede liberar a los esclavos.

Aldo Díaz

Newlife Ministries